dimarts, 28 de febrer del 2012

Martin Lutero


Martin Lutero nació el 10 de noviembre de 1483 en Eisleben, en la Turingia sajona, Alemania. a los pocos meses de su nacimiento, su familia con Hans Luther y Margarita Ziegler en la cabeza, se trasladó a Masfeld. Ahí Hans Luther consiguió trabajo como minero en las minas de cobre de la región. Con el tiempo, Hans, ascendió en su profesión, llegando a ser copropietario y explotador de minas y fundiciones de metal. 


Hans Luther. Padre de Martin Lutero

El matrimonio tuvo otros siete hijos, y es en Mansfeld dónde Hans Luther properó económicamente y pudo adquirir una amplia casa en el año 1507, también fue elegido uno de los cuatro comisarios responsables de controlar la administración pública. Martin, se educó en la escuela elemental de Masfeld, dónde la principal asignatura era el latín. Martin tenía mucha facilidad para expresarse de manera oral y escrita en latín.
A los catorce años, Lutero completó sus estudios elementales y su padre decidió enviarlo a Magdeburgo para que siguiera con sus estudios superiores. Hans no dudó en hacer un esfuerzo económico en la educación de su hijo, ya que éste había demostrado grandes dotes intelectuales. en Magdeburgo, Lutero estuvo durante un año en la escuela de los Hermanos de la Vida Común, en aquí dónde recibió grandes influencias religiosas. Hans Luther decidió enviar a su hijo a Eisenach, ya que el ambiente religioso de los Hermanos de la Vida Común no le parecía adecuado. En Eisenach, Martin siguió recibiendo influencias religiosas, gracias a la familia Schalbe - Cotta, en la que una de sus matronas, tomó a Lutero bajo su protección. 

Martin al finalizar su estancia en la escuela, entro sin problemas en la universidad de Erfurt en el año 1501. Es en la universidad, dónde Lutero descubre a los literarios y pensadores clásicos: Aristóteles, Euclides, Juan de Sacrobosco, Virgilio, Plauto, Cicerón y Terencio. También descubrió a Guillermo de Ockham. 

Martin Lutero


En el año 1505, la vida de Lutero cambió radicalmente, cuando un rayo cayó cerca de él mientras se dirigia a su casa. Aterrorozado gritó: " Ayuda Santa Ana, me haré monje!". Abandonó la carrera de Derecho y entró en el monasterio agustino de Erfurt. En 1509, Lutero ocupó la Cátedra de Teología que había quedado vacante en la ciudad de Erfurt. Lutero y un monje compañero suuyo, empezaron un viaje a Roma por orden del Prior General de la Orden de los Agustinos. 

En 1517, se empieza a predicar en Alemania una indulgencia acordada por el Papa León X, para recoger fondos para continuar las obras de la nueva basílica de San Pedro. Esta forma de predicar la salvación de las almas hizo que Lutero se decidiera a escribir una carta al arzobispo para que la prohibiera. la carta era acompañada por lo que más tarde serian las famosas 95 tesis. en la carta, Lutero pedía que se corrigiera la forma de predicar y que terminaran los abusos que confundían a los fieles sobre cómo obtener el perdón de los pecados. Mientras tanto, una mano anónima se hizo con la redacción de las 95 tesis y se hicieron copias. Estas tesis tuvieron un gran impacto. 

De esta manera, es como Lutero empieza su lucha moral y religiosa con la Iglesia Católica. Sus ideas no fueron aceptadas por la Iglesia, esto le provocó muchos problemas e incluso la excomunión. A pesar de todo, sus ideas se extendieron por toda Europa y provocó un Cisma en la Iglesa que la separó para siempre. Lutero mostró una nueva forma de vivir la fe y la religión sin el sometimiento a los poderes papales. Sus ideas revolucionaron a Europa y la cambió para siempre.[i]




[i]  CONDE OBREGÓN, Ramón. Martín Lutero. Semblanza de un rebelde con causa. Ed: Fe Excelsa


Us adjuntem un video que resumeix de manera molt clara la vida de Martin Luter

dissabte, 25 de febrer del 2012

La crisis espiritual del siglo XVI. Reforma i Contrareforma: Los pródromos de la reforma

La crisis espiritual del siglo XVI. Reforma i Contrareforma: Los pródromos de la reforma: La cristiandad occidental, ya desde mucho antes de Lutero, tenía la voluntad de reformar la Iglesia. Este proyecto reformista se había deja...

Los pródromos de la reforma



La cristiandad occidental, ya desde mucho antes de Lutero, tenía la voluntad de reformar la Iglesia. Este proyecto reformista se había dejado sentir desde el siglo XI y si bien de vez en cuando se satisfizo, nunca fue de un modo completo.
La idea de reforma surgió en el momento en el que el comportamiento de la Iglesia empezó a ser decepcionante. Los cristianos ya desde el siglo XI empezaron a observar que la imagen pura y virtuosa de los fieles más primitivos había desaparecido con el tiempo y se había generado ante ellos una imagen de decadencia y adulteración.  Por tanto, la idea de reforma  se nutrió de una imagen del cristianismo que se fue forjando progresivamente por reacción frente a aquello en lo que el cristianismo se había convertido efectivamente.
 Entre los siglos XI y XIV se produjo un fenómeno nada paradójico: cuanto más peso había ganado la Iglesia en la esfera política y más poderes terrenales se le atribuían, más se pensaba que había degenerado y dejado de cumplir sus funciones más primordiales.
Habría que destacar que ninguna de las dos partes configuraba un cristianismo más genuino sino que diferenciaban en las funciones que debía ejercer la Iglesia.
Estas dos tendencias eran por un lado la espiritualista y por otro la temporal y política. Como los primeros estaban en minoría y los partidarios de la segunda solían tener en su poder la organización eclesiástica, más de una vez los segundos condenaron e hicieron perseguir como herejes a los primeros. Estos dos grupos fueron enfrentándose a través de los siglos y los grupos de laicos se fueron uniendo al bando reformista. Esto es perfectamente comprensible ya que la Iglesia situaba a los laicos en un nivel inferior con respecto del clero. La comunidad eclesiástica había reivindicado para sí una gran cantidad de privilegios, convirtiendo a la comunidad cristiana en un conjunto donde ellos eran gobernantes y los fieles, súbditos.
" De locis sanctis", Beda, s.XI

Este fenómeno se acentuaba hasta tal punto que la Iglesia se arrogaba el monopolio de la interpretación de las Escrituras, de la definición de las creencias e incluso de la predicación. El culto estaba organizado para que los sacerdotes fueran los intermediarios indispensables entre los hombres y Dios ya que la masa de creyentes no tenía los medios morales o intelectuales para orientarse por sí sola u oponerse a la función de los eclesiásticos.
En este contexto, algunos pensadores reaccionaron de modo radical. John Wiclef (1330-1384)desde Inglaterra, había sostenido que los príncipes tenían derecho a expropiar al clero y a distribuir y administrar sus bienes en beneficio de la colectividad; además, atacaba las indulgencias, la pretensión de los eclesiásticos de expenderlas y traficar en cierto modo con ellas. Se opuso no sólo a la infalibilidad pontificia, sino también a la utilidad de tener un papa. Estos puntos de vista se expandieron hasta Bohemia donde fueron introducidos por Jerónimo de Praga en 1401 y confirmados por Jan Hus (1369-1415). Este pensador afirmaba que nadie podía hacerse pasar por representante de Cristo o Pedro si no imitaba su comportamiento.
Retrato de Jan Hus

Finalmente, las personas religiosamente sensibles consideraban que el cristianismo se había reducido a un conjunto de prácticas y devociones externas y que los organismos oficiales se habían despreocupado de la adhesión interior y la comunidad espiritual con Dios. Intérpretes de esta insatisfacción fueron los “hermanos de la vida comunitaria” fundados por Geert Groote y el movimiento de la “Devotio Moderna”. Ambos movimientos ponían énfasis en la necesidad de una experiencia religiosa más íntima, personal, reafirmando el papel salvador y de moral de Cristo. A estas corrientes de reavivada piedad no tardaron en unirse instancias humanistas que propugnaban el retorno a las fuentes originales de inspiración cristiana.
Esta era la situación de la Iglesia de Europa Occidental antes de la reforma. Una reforma que para algunos era necesaria y debía llegar de forma inmediata; para otros era la negación de algunos de sus poderes políticos o de algunos de sus privilegios y que por consiguiente no querían que sucediese. [i]


[i] TENENTI, A. (2003), La edad moderna XVI-XVIII, Ed. CRÍTICA. Barcelona