Una
reflexión sobre las indulgencias
En
esta entrada nos planteamos realizar una reflexión sobre el escándalo real de
las indulgencias para Lutero. Nuestro análisis se centrará en comprender las
indulgencias como algo más que un burdo invento tramposo para sacar dinero a
los crédulos fieles por parte de los
clérigos.
En
primer lugar habría que aclarar que el hombre medieval sentía un gran miedo por
las penas temporales del purgatorio, mucho mayor que el que sentía por el
castigo eterno del infierno. Creía, en la doctrina católica, de que si moría
absuelto por el sacerdote; tenía garantizada la entrada al cielo, cuya llave
poseía la Iglesia. La Iglesia también se encargaba de enseñar que el hombre
debía de pagar por cada pecado cometido antes de alcanzar las puertas del
cielo. Estos castigos, únicamente conocidos por Dios, eran llamados temporales y se saldaban en vida, y aquella parte que no estuviese aun expiada en
el momento de la muerte, tenía que sufrirse en el purgatorio.
La
función de las indulgencias, era precisamente reducir el tiempo del
castigo temporal a los creyentes, de manera que sobre ellos ya no pesaba el
miedo al purgatorio. Lutero, no estaba en
contra del sistema pastoral de indulgencias ya que compartía la opinión de que
lo que la Iglesia había impuesto tenía derecho a conmutarlo. Los problemas de
Lutero eran de vertiente teológica.
Una
de las cuestiones fue la creación del tesoro de los méritos. La idea del
tesoro de los méritos fue formulada en el siglo XIII por Alejandro de Hales o Hugo
de St. Cher. Tomó la forma de capital celestial concebido como el tesoro
formado por las buenas obras excedentes de Cristo y los Santos. La idea
principal es que estos méritos eran accesibles a todo el mundo y podían, por
tanto, borrar las deudas de todos. Esto
afectaba a las indulgencias ya que la indulgencia valiosa era la que por causa
del tesoro de los méritos, podía eliminar el castigo temporal debido por los
pecados.
Otra
cuestión mucho más importante para Lutero fue la diferenciación entre atrición
y contrición. Estos estaban
relacionados en la manera en cómo se expiaban los pecados en la persona. Hasta
el siglo XIII la creencia había sido que la contrición (verdadero dolor
suscitado por el amor) era lo único exigido por Dios para el perdón de los
pecados. Hacia el siglo XIII los teólogos empezaron a reconocer la atrición
(un dolor menor causado por el miedo) y a aceptar esto en lugar de la
contrición. Además reconocían que lo único que hacía falta para conseguir la
contrición era la obtención del sacramento de la penitencia.
Esto
que puede parecernos una mera disputa teológica, tenía unas consecuencias
terribles ya que reducía el esquema de la salvación a atrición (miedo al
castigo), confesión e indulgencia; convirtiendo las cosas espirituales en
meramente materiales.
Aquí
entraba también una de las cuestiones más discutidas: ¿Qué eliminaba
realmente la indulgencia? La respuesta
de la Iglesia era que la indulgencia eliminaba tan sólo los castigos temporales
(la pena) y que sólo el sacramento de la penitencia, con una contrición
completa, eliminaba la culpa y el castigo eterno.
El
problema era que los teólogos de la Iglesia no diferenciaban prácticamente
entre pena y culpa. En el momento de venta de las indulgencias la
frase “remisión de los pecados” denotaba remisión de la culpa y de la pena.
Lutero
temía por esto en gran medida, ya que el hombre corriente pagaba por estas
indulgencias creyendo que había eliminado la culpa y la pena de sus pecados,
cuando en realidad sólo afectaba a el castigo temporal impuesto por los mismos
(la pena) pero no afectaba en absoluto a la culpa y al castigo eterno si no
existía una verdadera penitencia y una contrición sincera por sus pecados
cometidos.
Entonces
se comprenderá la preocupación de Lutero por el alma del receptor de las
indulgencias que, al comprar una indulgencia, había rechazado el valor redentor
del castigo de Dios y había rechazado el verdadero arrepentimiento evangélico.
Las indulgencias daban al hombre un falso sentido de seguridad que Lutero consideraba
irreconciliable con la salvación evangélica en Cristo.
Era
éste y no el simple cobro de las indulgencias el problema teológico que
realmente atormentaba a Lutero. Con la
eliminación de la contrición, el alma del creyente seguía marcada con la culpa
y por tanto el castigo eterno, aunque hubiese comprado una indulgencia; y esta
situación era precisamente la que hizo que Lutero rompiese irreversiblemente
con el pontificado.[i]
[i] ATKINSON, James” Lutero y el nacimiento del protestantismo, Alianza
Editorial, Madrid, 1981. Pág. 153-161