Carlos I y los
príncipes protestantes
Cuando la reforma estalló en Alemania, a causa de las
doctrinas luteranas, “el ideal de Universitas Cristiana de Carlos I (rey de los
territorios hispánicos entre1516 y 1556), quedó sesgado de repente. Carlos I
aspiraba a una monarquía universal en la que su dinastía estaría destinada a
desempeñar una hegemonía europea, basada en unas relaciones pacíficas entre las
distintas monarquías cristianas, que le permitirían unir sus esfuerzos,
liderados por él como emperador, contra los infieles, contra los turcos”[1].
Al estallar la reforma en el imperio, sus propósitos quedaron reducidos a un
ideal y le llevaron a iniciar una política para luchar contra le herejía en el
imperio y a su vez no perder la fidelidad con los principales imperiales.
Antes de iniciar a explicar cómo se desarrollaron los
acontecimientos entre Carlos I y los príncipes imperiales, debemos comprender
que Carlos I había heredado la
posibilidad de poder ser emperador electo del imperio germánico de su abuelo
Maximiliano I de Austria y que gracias a ello fue elegido emperador del sacro
imperio Germánico en 1520.
Por esta razón Carlos luchó tan enérgicamente contra la
herejía en este territorio, no fue simplemente que la reforma se opusiese a su
ideal de la Universitas Cristiana, es que además esto había sucedido en su
propio territorio.
En este contexto, el emperador convoca una dieta de los príncipes
imperiales en Worms (1521) a la cual también debía comparecer Lutero. Carlos I
defendió los ideales de la religión cristiana pero también pidió moderación con
Lutero para evitar el cisma de las dos Iglesias de forma definitiva. La
intención de Carlos I con esta decisión era la de seguir manteniendo la
fidelidad de los príncipes alemanes ya que se encontraba en guerra con Francia
y necesitaba el apoyo militar de los príncipes. Por ello, Carlos I, intentó que
Lutero se retractase de sus doctrinas pero uno de los príncipes alemanes (el
elector de Sajonia) le protegía y gracias a ello pudo defender sus ideas. En el 1526, en la dieta de Spira, la fuerza
de los príncipes protestantes provocó que se decidiese que cada príncipe
escogía la religión que se profesaba en cada uno de los estados del imperio.
Esta decisión causó una gran reacción entre los católicos que alegaron que este
acuerdo vulneraba lo acordado en Worms.
En 1530 se convoca la dieta de Habsburgo en la que se intentó
llegar a un acuerdo por la vía del parlamentarismo. Católicos y protestantes
presentaron sendos documentos (Confutatio
y Confesio Augustana) en los que
defendían sus tesis ante el emperador. No obstante no hubo un resultado
posible, la guerra que Carlos I mantenía con los turcos hizo que le fuese
imposible posicionarse ya que necesitaba el apoyo de todos los príncipes protestantes.
Como consecuencia, los príncipes protestantes comprendieron que el conflicto no
se resolvería a través del diálogo y formaron la Liga de Smalkalda (1531).
Al año siguiente en vista de las tensiones que se habían creado,
Carlos I convoca una dieta en Nuremberg; en la cual se decide que Carlos I forzaría
al Papa a convocar un concilio y que mientras tanto no se condenaría a nadie.
En el año 1544, Carlos I acabó las guerras con Francia y
firmó la paz de Crepy. Esto, permitió al emperador concentrar sus fuerzas en su
problema con los príncipes del imperio.
Esta razón fue la que probablemente, motivó a que tras la dieta de
Ratisbona de 1546 se convirtiese el
conflicto religioso en un conflicto armado. El emperador trató el asunto como
una guerra entre él y unos vasallos rebeldes, y no como un conflicto entre
católicos y protestantes.
Finalmente, en la batalla de Mühlberg (1547), Carlos I
derrotó a los príncipes protestantes e impuso el Interim de Habsburgo (1548).
Esta solución religiosa que intentó imponer el emperador en Alemania consistía
en una hipotética reconciliación entre las iglesias rivales por medio del
restablecimiento del catolicismo en toda Alemania, con concesiones importantes
a los protestantes. Esta solución no satisfizo a ninguna de las dos Iglesias y
provocó la reanudación de la guerra.
En 1552, la Liga de Smalkalda, (aliada con Enrique II de
Francia) derrotó al emperador en Innsbruck y éste se vio forzado a firmar el
tratado de Passau por el que se estipulaba la libertad de culto. Tres años más
tarde, “esta paz se oficializó gracias a la Paz de Habsburgo (1555) por la que
se producía la ruptura definitiva de las dos Iglesias se imponía la plena libertad de conciencia a
los príncipes y obligando a los súbditos a abrazar la fe de sus señores, permitiéndoles
únicamente el derecho de emigrar en casa de mantener su disidencia. Era el
principio del cuius regio euis religio”[2].
Así es como se desenvolvieron los hechos alrededor de la reforma luterana y sus
consecuencias políticas en el imperio[3]
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